Mentir arruina la salud, provocando una mayor incidencia de dolencias tanto físicas como psicológicas debido al estrés que la mentira genera en quien la dice y debe posteriormente seguir sosteniéndola para no ser descubierto.
Así lo demuestran los resultados de una investigación presentada en una conferencia anual de la Asociación Americana de Psicología, en la que se examinó a 110 sujetos de entre 18 y 71 años, pidiéndoles que anotaran cada mentira que decían durante 10 semanas, dividiéndolas en grandes mentiras y pequeñas mentiras, mientras eran sometidos a un seguimiento semanal en el laboratorio.
La muestra se dividió en dos grupos: a uno se le pidió que fuera veraz y evitara cualquier mentira durante las 10 semanas siguientes (grupo de no mentir), recurriendo incluso al silencio para no decir nada que supieran que no era cierto, mientras que al otro se le pidió que se comportara de forma distinta a la habitual (grupo de control).
Con el paso de las semanas, los del grupo de no mentir dijeron cada vez menos «mentiras piadosas», sintiéndose más honestos que la media de las personas ya después de cinco semanas, pero los participantes del grupo de control también empezaron a mentir cada vez menos en la vida cotidiana.
El estudio descubrió una correlación entre la cantidad de mentiras contadas y la calidad de la salud del sujeto: los que decían más mentiras también sufrían significativamente más dolencias físicas, como dolores de cabeza y de garganta, así como estrés y cambios de humor. Con el tiempo, a medida que disminuía el número de mentiras, se producía una mejora significativa de la salud de todos los sujetos, sobre todo de los del grupo que no mentía.
Los participantes de este grupo se esforzaron por no mentir y se dieron cuenta de que era posible decir simplemente la verdad sin exagerar y sin inventar excusas para justificar, por ejemplo, un retraso o el incumplimiento de un objetivo. También aprendieron a no decir verdades bruscamente, sino a utilizar frases preparatorias como premisa o a cambiar de tema para evitar una revelación incómoda.
La expectativa de honradez
A pesar de la media de 1,6 mentiras diarias pronunciadas por los sujetos examinados en este estudio y en otros anteriores, las personas tienden a esperar que su interlocutor sea sincero con ellas y se disgustan mucho cuando descubren que les han mentido.
Uno de los mecanismos fundamentales que subyacen a los intercambios comunicativos entre las personas es la confianza en la veracidad de lo que dice su interlocutor.
Cuando se trata de relaciones significativas (familiares, de amistad o de pareja), es esencial poder tomar por cierto lo que dice la otra persona. Por lo que ser veraz contribuye a reforzar la confianza preexistente entre dos personas que se relacionan, y la violación de la expectativa de honestidad se considera muy grave porque socava la confianza subyacente a la relación.
Esta expectativa es necesaria en cualquier interacción porque verificar palabra por palabra lo que nos dice una persona exigiría un enorme gasto de tiempo y energía, por lo que cualquiera se considera digno de confianza hasta que ocurre algo que demuestra (o hace sospechar) su falsedad. Este fenómeno es tan fundamental que quienes no lo ponen en práctica son considerados patológicos, aquejados de paranoia.
¿Mentir es guardar silencio? ¿Por qué miente la gente?
Existe una segunda alternativa a la mentira cuando no se tiene intención de decir la verdad: guardar silencio.
El silencio es una opción considerada menos grave que la mentira y menos positiva que la verdad. De hecho, las investigaciones sobre el tema demuestran que las mentiras descaradas se consideran más graves que una verdad no dicha que se mantiene en secreto: esto se debe a que la persona que no dice nada sigue teniendo la posibilidad, más adelante, de «redimirse» y decir la verdad, sin haber pronunciado todavía una mentira.
Sin embargo, si se comparan las distintas posibilidades, se descubre que una verdad parcial o «domesticada» se percibe, no obstante, más favorablemente que la mentira o el silencio, porque viola en menor medida las expectativas de honestidad del interlocutor.
¿Por qué se miente?
El análisis de las respuestas dadas por los sujetos del estudio permite identificar principalmente 3 motivaciones
- sentirse independiente del control de los demás, liberarse de su juicio, actuar sin tener que responder ante alguien;
- desactivar una causa de malestar negándola o restándole importancia;
- parecer más deseable, admirable, exitoso.
Es posible que manipular las relaciones mediante mentiras dificulte el buen funcionamiento del sistema inmunológico debido al estrés que provoca, y de hecho investigaciones anteriores han demostrado que las relaciones serenas con los demás están correlacionadas con una buena salud.
Por tanto, cabe suponer que comunicarse de forma más directa y sincera no sólo conduce a cambios positivos en las relaciones con los demás, sino también a mejoras en el bienestar personal tanto físico como psicológico. Así pues, esforzarse por ser sincero conlleva beneficios tanto para la propia salud como para la calidad de las relaciones cercanas.
Sinceridad y asertividad
Las personas que participaron en el estudio aumentaron su bienestar al aprender a no mentir, se beneficiaron de una reducción del estrés y fueron menos propensas a sufrir molestias y dolencias físicas.
Ser más sincero significa ser más asertivo, exponer el propio punto de vista sin engaños y admitir los propios errores sin sentirse mortificado por ellos. La persona asertiva evita tanto interpretar un papel como manipular a otras personas en su beneficio contaminando las relaciones con ellas, sino que expresa sus deseos, demandas y punto de vista sintiéndose con derecho a hacerlo y sin exigir que sus demandas sean aceptadas por los demás a toda costa.
A diferencia de la persona pasiva, la persona asertiva se expresa y deja que los demás se expresen y, a diferencia de la persona agresiva, acepta su punto de vista y la posibilidad de que difiera del suyo.
En consecuencia, la persona asertiva no necesita mentir, se relaciona con los demás de forma equilibrada y su actitud es ciertamente protectora contra el desarrollo de patologías relacionadas con el estrés.