¿Por qué siempre vuelves con la gente que te hizo daño? ¿Por qué no puedes deshacerte de hábitos y situaciones que sólo te hacen sentir mal?¿Por qué cometes siempre los mismos errores, como si fueras incapaz de aprender?
No es tu culpa. Es la naturaleza humana la que hace difícil pasar por un proceso que en realidad no da ningún miedo. Por el contrario, es lo que nos lleva directamente a la serenidad, o incluso a una vida feliz.
Es el arte de dejar atrás el pasado
Dejar atrás el pasado significa dejar de identificarse con él. Muchas personas se identifican completamente con su pasado. Cuando esto sucede, se vuelven adictos a personas, lugares, hábitos y estados de ánimo, aunque sean conscientes del impacto negativo que tienen en sus vidas.
Nuestra naturaleza humana no está programada para ser feliz, sino para sobrevivir. Y por eso siempre tendemos a preferir lo que conocemos a lo que aún no hemos explorado. Lo hacemos aunque seamos conscientes de que probablemente podríamos estar mucho mejor fuera de nuestra zona de confort.
Muy a menudo el precio de la seguridad de los hábitos es muy alto. Las personas cambian, las situaciones evolucionan, ciertos ambientes y creencias se vuelven tóxicos.
Lo que antes nos hacía sentir bien, ahora nos hace sentir mal.
En el fondo, sabemos que es hora de dejarlo ir, pero no podemos, porque tememos que hacerlo signifique perder no sólo nuestro pasado, sino también a nosotros mismos.
Es posible que si has hundido las raíces de tu identidad en algo que ya no existe, temes que al dejarlo ir, también te perderás a ti mismo, dejarás de existir. Por eso la gente tiende a aferrarse tan desesperadamente al pasado.
Te arriesgas a no saber quién eres en el fondo y a entrar en crisis. Hace falta valor para mirar dentro de uno mismo, por lo que es mejor identificarse con el pasado y el sufrimiento, mientras se desperdicia el presente… ¿no es así? En realidad, te pierdes precisamente cuando centras tu atención en algo que nunca volverá, en lugar de centrarte en lo que tienes y eres ahora.
No busques agua en pozos secos
Un antiguo dicho zen dice: «No culpes al pozo seco por no darte agua. En cambio, pregúntate por qué intentas desesperadamente saciar tu sed donde sabes que no hay nada para ti.«
La razón por la que seguimos buscando agua en pozos secos es precisamente porque no podemos dejar de lado nuestro pasado. Y así la rutina, los hábitos, la seguridad ilusoria. Todo lo que fue y ya no es.
¡Incluso culpamos al pobre pozo seco por no darnos agua! En otras palabras, encontramos fallos en todas partes para no admitir que somos nosotros los que tenemos una actitud equivocada y no queremos mirar la realidad a la cara.
Y es que una determinada relación, una determinada situación, una determinada forma de vivir y de ser, un determinado lugar o una determinada seguridad del pasado ya no existen. El agua se ha acabado, el pozo está seco.
Dejar atrás el pasado practicando el no apego
Para aprender a soltar el pasado, primero hay que ser consciente de que el mundo está lleno de pozos.
En lugar de insistir en buscar agua donde no la hay, deberíamos tener el valor de alejarnos de lo que es seguro pero ya no tiene nada que darnos. Tener la fuerza de creer en nuestra capacidad para salir adelante incluso en un contexto completamente diferente. Para encontrar algo de autoestima, en definitiva.
Practicar el no-apego budista
Aquellos que lo consiguen no sólo aprenden a dejar atrás el pasado o aquellas partes del mismo que sólo aportan frustración, arrepentimiento y rabia. También aprenden a hacer de su vida una aventura extraordinaria.
Porque cuando eres consciente de que todo evoluciona, empiezas a evolucionar. Y entonces ocurre algo maravilloso: si fluyes con el flujo de la vida, el Universo te recompensa. A tu existencia llegan personas que te respetan, hábitos saludables y situaciones agradables y estimulantes.