Tendemos a culpar de nuestra frustración a factores externos. Y de hecho, en cierto modo, son los demás los que nos ponen nerviosos, enfadados y tristes. Y con este resumen podriamos terminar este artículo pero vamos a desglosarlo un poco mas.
En realidad, el asunto es más complicado que eso. Es cierto que son los demás los que nos hacen sentir mal, pero esto sólo es posible si lo permitimos.
Comparación obsesiva en las redes sociales
En la era de las redes sociales, es posible observar la vida de millones de otras personas en la pantalla de un teléfono móvil y se ha vuelto muy fácil caer en la tentación de compararse: ¿soy mejor o él/ella es mejor? ¿Qué me falta para ser tan feliz? ¿Por qué no puedo ser yo quien viva esa vida perfecta?
Para muchos, esto significa terminar en una vorágine de envidia y baja autoestima. Si antes era tu vecino el que te frustraba con su coche nuevo, y esto podía molestarte hasta cierto punto, hoy en día hasta un completo desconocido que vive en la otra punta del mundo puede despertarte algún tipo de malestar.
Todo el mundo en las redes sociales parece ser más hermoso, más inteligente, más popular que tú. Todo el mundo parece tener más dinero, más éxito, más amigos que tú. Y tú, casi sin darte cuenta, te consideras cada vez más inferior, por no decir inútil. Este hábito aparentemente inofensivo abre la puerta a la ansiedad y la depresión.
Por qué es esencial dejar de compararse con los demás
Compararse obsesivamente con los demás es un comportamiento que ya existía antes de las redes sociales, y que aún hoy va mucho más allá de la pantalla de un teléfono móvil. No importa realmente en qué contexto tenga lugar esta comparación, la cuestión es que cada vez que ocurre, se corre el riesgo de salir con los huesos rotos.
Piénsalo: te estresas en el trabajo cuando te obsesionas con obtener mejores resultados que tus compañeros. Te vuelves envidioso e inseguro cuando te centras sólo en los proyectos y sueños que otros están logrando. Cuando te pasas el día comprobando que los demás se comportan como tú quieres, te pones nervioso y te enfadas.
Tendemos a creer que ser sereno es una cuestión de genética o de contexto, y por tanto de suerte o desgracia, pero en realidad es mucho más sencillo que eso: si estás lleno de sentimientos negativos, estás arruinando tu propia vida.
Y si no quieres intoxicar tu mente, hay un muy buen punto de partida: dejar de compararte obsesivamente con los demás.
La mente hay que controlarla
La mente sólo se centra en aquellos que considera mejores. Y durante algunos años lo pude sentir en mi propio cuerpo porque me comparé con todo el mundo. No es casualidad que durante esos años fuera muy infeliz y tuviera una opinión muy pobre de mí mismo: centrado como estaba en el progreso de los demás, me sentía terriblemente atrasado.
En lugar de centrarme en mi situación y en cómo intentar salir de ella, elegí el camino más fácil: el de la comparación con los demas. Y no, no es el camino correcto porque entras en una espiral cada vez más profunda de la que es difícil salir.
Solo pensaba que tal vez encontraría a alguien peor que yo. Pero la mente humana no funciona así, sólo se centra en quién considera mejor: quién tiene más, quién tiene lo que nosotros no tenemos.
Si estás lleno de sentimientos negativos, estás arruinando tu propia vida.
Y así descubrí que muchos tenían dos carreras universitarias, varios masters de prestigio, un trabajo cualificado, ideas claras sobre el futuro y otras mil historias. Y yo no tenía nada de eso. Si estas en la misma situación, tienes que encontrar la fuerza necesaria para volver a tomar las riendas de tu vida y salir de esa espiral que te arrastra hacia el fondo con un sentimiento de fracaso absoluto.
Cada uno de nosotros es único y es precisamente este aspecto el que nos hace maravillosos. El miedo a ser juzgados nos lleva a conformarnos y a perder nuestra identidad, y es entonces cuando empezamos a morir lentamente, a desaparecer y a dejar de reconocernos. No hay nada malo en ninguno de nosotros. No hay ninguna guerra que combatir, salvo las que inventa nuestra mente. No tiene sentido llevar una armadura para ocultar a los demás quiénes somos realmente.