Puede que no lo hayas escuchado nunca pero hay un proverbio brasileño que dice lo siguiente: «la pimienta en los ojos de los demás es un refresco«. El significado de esto podría ser algo similar a: «Si los demás han sido perjudicados, nosotros deberemos andar con cuidado.» Y desgraciadamente me he dado cuenta a diario de lo mucho que la gente (la mayoría) usa y abusa de este famoso dicho.
Cuando la empatía brilla por su ausencia
Parece que la inmensa mayoría siente placer en la ruina de los demás. Que el disgusto de los demás es una especie de victoria para ellos mismos. Y que la caída de otro le traiga algún tipo de consuelo o prosperidad. No faltan ejemplos en mi vida cotidiana, y estoy seguro de que en la tuya tampoco.
Os pongo un ejemplo: Hace un tiempo volviendo a casa del trabajo en mi moto, fui testigo de una escena que conmociona a los que poseen la menor empatía. En un punto de la carretera, justo delante de mí, vi una nube de humo blanco que parecía no tener fin.
Al acercarme a su origen, con el tráfico ya ralentizado, vi que un coche estaba en llamas. Al frenar aún más, me di cuenta de que junto al coche había un hombre desesperado que intentaba sin éxito apagar el fuego que consumía rapidamente su coche. También me di cuenta de que ya había sacado todo lo que había dentro del coche, incluidas las pelotas, unas pelotas de playa de colores con sus respectivas palas que me imagino que llevaría en el maletero del coche. Pero lo que me llamó la atención estaba por llegar.
A pocos metros del vehículo en llamas, había algunas personas (si es que se les puede llamar personas) grabando toda la situación con sus teléfonos. Todo el mundo filmaba atentamente al hombre que arriesgaba su vida, que de alguna manera intentaba salvar lo que le había costado horas de trabajo y sacrificios inimaginables. Todos grababan la escena con una sonrisa en la cara, como si hubiera alguna gracia en esa situación, mientras el hombre intentaba salvar lo que podría ser su herramienta de trabajo, y que garantizaría el pan en la mesa de su familia.
Y no faltan ejemplos de este tipo, menores e incluso mayores. En varios accidentes he visto a distintos transeúntes y curiosos que pasaban cerca del lugar del accidente «competir» por el mejor lugar para fotografiar y grabar toda la escena y poder ser el primero en subirlo a las redes sociales con el mejor plano de la situación.
Podría citar varios casos más pero creo que es suficiente para ilustrar cómo el amor y el respeto a los demás se han convertido en elementos cada vez más escasos en el corazón y la mente de las personas.
Cambiando el rumbo de la vida
No es necesario arriesgar la propia vida para ayudar a los demás. Pero grabar y divertirte teniendo unos likes en Instagram o en Twitter por dar «la noticia» no servirá de nada. Si te encuentras con alguna persona en una situación adversa o desfavorable, utiliza tu smartphone sólo para pedir ayuda, si es necesario.
Del mismo modo que empezaba esta entrada con una frase popular, cerramos este episodio con otro gran refran que dice lo siguiente: «quien no estorba ayuda mucho«. Y si por casualidad recibes algún contenido de esta naturaleza en tu móvil, recrimina a la persona que te lo ha enviado, no lo compartas y borra el archivo.
Compartiendo la tragedia de otros en los grupos de WhatsApp y en las redes sociales no ayudarás en nada al que realmente tiene el problema. Y debemos recordar que hoy puede ser mi vecino o una persona desconocida pero mañana podría ser yo mismo o tú.
Y estoy seguro de que ni a ti ni a mí nos gustaría que nos grabasen cuando en realidad necesitábamos ayuda. Extender una mano, una palabra de consuelo, un hombro sobre el que llorar, o cualquier otro medio de ayuda, puede cambiar el rumbo y la vida de quien necesita consuelo.