Una enfermedad de la que es muy difícil hablar o escribir. Es un tema realmente delicado, porque hay tan poca información, tan poca conciencia, tan poca sensibilidad al respecto que es difícil encontrar las palabras adecuadas.
Quienes la padecen hablan de ella poco y con dificultad, porque con demasiada frecuencia se tiende a considerar la depresión como un capricho, un estado de ánimo propio de quienes quieren hacerse las víctimas y atraer la atención de los demás.
Cuando en realidad no es más que una enfermedad. Y es una enfermedad que provoca un sufrimiento insoportable, que no tiene nada que ver con el dolor físico, pero que a menudo provoca un dolor aún más intenso e insoportable.
Hay otra razón por la que hablamos tan poco de la depresión: es una enfermedad que nos aterra porque puede afectar a cualquiera de nosotros. Independientemente del sexo, la edad o el origen social. Puede invadir tu vida en cualquier momento y convertirla en un infierno.
Lamentablemente, esto es lo que le ocurre a muchas personas: Aparentemente no tienen ningún historial de problemas mentales, ningún motivo racional para estar deprimidos y suelen tener una vida aparentemente perfecta pero llega esta maldita enfermedad que tira todo por la borda.
La depresión no es un problema individual, sino colectivo.
Tenemos el deber de hacer de la lucha contra la depresión una cuestión colectiva. No es la batalla del individuo, es una batalla que nos concierne a todos y cada uno de nosotros. Y el primer paso que podemos dar todos juntos es desarrollar la conciencia de que no es un capricho, ni una simple forma de tristeza o infelicidad.
No es una elección, es una enfermedad. Tenemos que empezar a hablar de ello abiertamente y sin miedo, especialmente en este periodo histórico.
Ciertamente, encontrarse limitado y atrapado, confinado entre cuatro paredes, solo con sus pensamientos conduce a un sufrimiento casi inevitable. Para cualquiera, pero especialmente para los viajeros, los que hacen de la libertad una forma de vida y de los viajes una terapia.
El papel de las redes sociales en la depresión
Las redes sociales no suelen ser un buen aliado en la batalla contra la depresión porque te encuentras antes muchos ojos que no saben realmente lo que te pasa. Cualquiera que de repente se sienta solo, perdido y sin esperanza. Y tal vez busque una salida o una distracción en las redes sociales para intentar lanzar un grito de auxilio en la web.
No se trata de un problema que sólo afecte a quienes tienen cierta fama. De nuevo, nos afecta a todos, porque ahora todos estamos en las redes sociales. Un mundo virtual en el que existe una peligrosa tendencia a juzgar, insultar, intimidar, denigrar y menospreciar a cualquiera que se nos ponga delante, ya sea alguien a quien conocemos desde hace años o un total desconocido.
Nuestra sociedad está cada vez más fragmentada, la gente se siente sola y aterrorizada, pero al mismo tiempo es más ambiciosa que nunca y está en constante competencia con los demás. Ya no hay ningún rastro de empatía y humanidad.
Ciertas palabras, aunque sean pronunciadas o escritas con gran superficialidad, provocan heridas que en las almas más frágiles pueden llegar a ser letales.
En las redes sociales los comentarios no solicitados y los juicios despiadados contribuyeron a empeorar una situación ya de por si difícil como es intentar salir del pozo de la depresión.