El mayor error es criminalizar la no inconstancia porque todo lo que criminalizamos se convierte en un boomerang.
Mucha gente cree que la incapacidad de ser constante, una característica muy común y de hecho una plaga universal, es la causa que impide a la gente aprender nuevos hábitos, estudiar o aprender un oficio y conseguir un puesto.
Graba esta frase: «Si criminalizamos nuestra propia incosntancia, nos saboteamos a nosotros mismos.» Desde mi punto de vista creo que es precisamente la criminalización de la inconstancia la verdadera causa de nuestra falta de constancia.
De hecho, olvidamos que el día sigue a la noche, que el buen tiempo sigue al mal tiempo, que el trabajo sigue al descanso y que a la constancia… le sigue necesariamente el cansancio. ¡Y acabamos etiquetando los desánimos y las interrupciones en la práctica como una falta de constancia!
En resumen, no puedes esperar una constancia total de ti mismo, de lo contrario te bloquearás, te desanimarás y abandonarás tu práctica. Querer ser 100% constante es embrutecer el propio organismo.
Todo lo que criminalizamos con nuestros juicios se convierte en un boomerang.
Todas las cosas que no aceptamos acaban volviéndose en nuestra contra, al igual que los pensamientos absurdos y obsesivos que se convierten en tales porque los criminalizamos hasta el punto de no querer tenerlos.
La lucha interna es causada por no aceptar las dificultades
Todas las dificultades son causadas por la no aceptación de las mismas, por la no aceptación de algo o alguien, incluyendo aspectos metafísicos o psicológicos como la falta de constancia, lo que sea.
Entonces, ¿qué debes hacer si descubres que eres inconstante o indisciplinado? Simplemente tienes que perdonarte a ti mismo y retomar «suavemente» la actividad que has interrumpido por el motivo que sea, como hacemos durante la meditación cuando perdemos el hilo.
Un nuevo hábito requiere compromiso y sacrificio
Al aprender un nuevo hábito, hay que tener en cuenta las dificultades a las que uno se enfrenta, que son realmente desalentadoras.
Pero por supuesto que lo son. Las actividades nuevas son agotadoras y exigentes, sobre todo si uno espera aprenderlas rápidamente y sin problemas. En estos casos, el cuerpo no puede mantener un ritmo rápido y nos obliga a reducir la velocidad de varias maneras.
En el caso de un entrenamiento físico excesivo, por ejemplo, el inconsciente llega incluso al autosabotaje. Todo es siempre difícil al principio y hay que tomar nota de ello.
De dos a tres meses para automatizar las tareas
Aprender un nuevo hábito requiere de dos a tres meses de repeticiones, ejercicios, entrenamiento, práctica deliberada y muchas dificultades para superarlo. Después, se alcanza la fase automática y la práctica se vuelve fácil y agradable. Así que las dificultades están sólo al principio.
En este período de dos a tres meses de práctica consciente, las pausas y el descanso desempeñan un papel muy importante. Pero es precisamente en esta fase inicial, agotadora y estresante, cuando nos olvidamos de hacer pequeñas y relajantes pausas, lo que hace que el periodo de aprendizaje sea aún más difícil y desesperante.
En general, incluso cuando se estudia y se trabaja, los descansos son indispensables.
Algunos hablan de pausas de 10-15 minutos cada 40 minutos de actividad, otros cada 60-90 minutos. Durante la pausa, la mente descansa y se relaja y podemos estar perfectamente concentrados y frescos durante los siguientes 40-90 minutos. Si, por el contrario, haces maratones de estudio de muchas horas seguidas, aprendes poco y te cansas mucho, y por la pérdida de atención, también cometes muchos errores.
En conclusión, te aconsejo que no te preocupes por las interrupciones o el desánimo y que no te llame a ti mismo inconstante o indisciplinado, sino que te configures unas pausas programadas y de algunos días de descanso si es necesario, para estar siempre fresco, concentrado y motivado al máximo.