¿Eres una persona desordenada? ¿Te gustaría tener una casa acogedora y limpia, pero nunca te apetece hacer las tareas domésticas?
¿Está todo lleno el cesto de la ropa sucia? ¿Es el planchado una montaña insalvable? ¿Está la cama siempre deshecha y hay cada vez más nubes de polvo flotando en el suelo?
Si la situación te resulta familiar, quizá algo de este artículo te ayude. Si, por el contrario, te horrorizas porque eres una persona ordenada y nunca jamás dejarías tu casa así…. Pues entonces no lo leas, tienes suerte de no necesitarlo :), pero puede que te interese este otro artículo: 7 formas de salir de la zona de confort
La estrategia errónea
El problema es que el orden y el desorden dependen de los hábitos diarios, y estos son difíciles de cambiar. Ser ordenado no es un hábito, es más bien el resultado de muchos buenos hábitos.
Por eso los intentos de cambiar radicalmente, volviéndose ordenado de la noche a la mañana, están condenados al fracaso: es difícil establecer muchos hábitos nuevos de golpe. Es mejor proceder de uno en uno.
El método que me funcionó se basa en esto: dos pequeñas rutinas, una diaria y otra semanal, que poco a poco intenté convertir en mis hábitos. Junto con una mayor conciencia de lo que significan para mí el orden y el desorden.
Esto es lo que a mí me ha funcionado, resumido en seis pequeños consejos de limpieza para los que se inician en este noble arte.
Cambia la actitud
Ordenar y limpiar la casa son tareas molestas, aburridas y agotadoras. Al final lo haces, sin querer, porque vivir en el caos no es agradable. Pero, al fin y al cabo, sería mejor que otra persona se ocupara de ello (tu madre, tu hermano, o una empleada doméstica, quizás). Yo solía pensar así.
Ahora lo veo de otra manera: limpiar y mantener el orden son gestos de amor hacia mí misma y hacia las personas con las que vivo. Me gusta saber que por la noche, después de un día de trabajo, puedo relajarme en un ambiente acogedor. Así que trabajar para mantener mi piso ordenado y limpio es algo que hago por mí, por mi bienestar, por mi comodidad y por mi paz mental. Y es mi responsabilidad.
Abandonar las ideas de perfección
¿Te has fijado alguna vez que en las series de televisión, los buenos siempre tienen las casas en perfecto estado, mientras que las únicas casas sucias y desordenadas son las de los malos o las personas enfermas, alcohólicas, drogadictas, deprimidas?
¿Cuántos y qué modelos hemos interiorizado? ¿Crees que tu casa debe ser como las que ves en la televisión? ¿O como aquella en la que creciste, porque quizá tu madre era ama de casa y limpiar la casa era su trabajo? Tomar conciencia de estos modelos y deshacerse de ellos es crucial. Baja el listón: es tu casa, no un anuncio de detergente. El perfeccionismo nos perjudica.
Dividir el trabajo
Sencillamente: es imposible que todas las tareas domésticas recaigan en una sola persona (a menos que esa persona sea exclusivamente «ama de casa» o «amo de casa»).
Encontrar el reparto de tareas adecuado dentro de la familia, o con los posibles compañeros de piso, puede no ser fácil, ni tampoco debe ser demasiado rígido. Pero requiere la participación -grande o pequeña- de todos.
Hacer un pequeño compromiso diario
Se debe crear un pequeño hábito nuevo. Solo uno para empezar pero TODOS los días.
Un ejemplo de lo que yo personalmente realizo: Cuando llego a casa del trabajo, lo primero que hago es quitarme la ropa y ponerme algo cómodo. Las cosas que me he quitado las he puesto en su sitio: en el cesto de la ropa sucia, o en el armario. Luego abro la ventana y mientras se ventila la habitación miro si hay ropa por el dormitorio para volver a poner.
Se tarda unos 10 minutos al día. La ventaja de esta rutina es que me quito de encima el problema de la ropa, que siempre está en su sitio. Es algo pequeño, pero ya marca la diferencia.
Cuando te acostumbres a una pequeña rutina, añade otros 10 minutos a tu compromiso diario. Puede parecer poco, pero en realidad se hacen muchas pequeñas cosas: por ejemplo, barrer debajo de la mesa de la cocina y pasar rápidamente una esponja en el baño por encima del lavabo y los inodoros.
O pueden ser 10 minutos libres, dependiendo de lo que te apetezca hacer: un día una lavadora, al siguiente ordenar un cajón u organizar unos papeles en el escritorio. Puedes seguir así, día a día, con tu 10+10.
Establecer una rutina semanal mínima (pero mínima de verdad)
Aquí es importante recordar el punto 2, y establecer un conjunto de tareas realmente mínimo. Durante unos meses, me concentré únicamente en esto: un pequeño compromiso diario y otro semanal.
Si a veces durante el fin de semana no podía completar ni siquiera las tareas mínimas, aun así hacía algo. Incluso pasar la aspiradora. Así evitaba caer en la tentación del todo o nada, que es una mala trampa cuando intentas mejorar en algo que te resulta difícil.
De este modo, irás creando poco a poco una base de orden. También te sentirás más seguro de tu capacidad para mejorar.
Que sea agradable
Según mi experiencia, la forma más agradable de hacer las tareas domésticas es dejarse absorber por completo por lo que se está haciendo. Las tareas manuales pueden ser muy relajantes cuando se convierten en el objeto total de nuestra atención.
Hay varias cosas que puede hacer para mantener la mente ocupada mientras estás haciendo alguna rutina del orden. Por ejemplo, escuchar música. Se necesita muy poco para tener tus canciones favoritas en todas las habitaciones. O puedes escuchar la radio. O audiolibros. Ideal para cuando conduces, pero también para cuando limpias la casa. O puedes seguir alguna conferencia sobre un tema interesante.
De ahí que empezara a aprovechar los momentos en que me sentía más inclinada a limpiar, añadiendo algunas tareas: abrillantar los grifos con descalcificador, o limpiar a fondo el suelo debajo de la cama, o lavar los cristales de las ventanas.
Estos extras los añado a mi rutina semanal en función de lo que me apetezca hacer: no es en absoluto necesario programarlo todo.
Al programar, siempre se corre el riesgo de poner demasiadas cosas sobre la mesa y desanimarse cuando uno se da cuenta de que no puede cumplir sus propósitos.
Por eso prefiero planificar sólo mis mínimos, diarios y semanales, y dejar el resto a la decisión del momento.
Este sistema me funciona muy bien y con el tiempo ahora hago mucho más que el mínimo establecido. La casa está mucho más limpia y ordenada, aunque nunca esté perfectamente pulida en todos los rincones