A menudo lo alteramos sin darnos cuenta, es el sexto sentido. Cuando algo no nos convence, pero no sabemos por qué o estamos enamorados y sentimos que esta vez es la correcta. ¿Es Magia? No, es genética.
Sí, es una frase extraña que puede provocar reacciones controvertidas. Depende de si es tu madre la que lo dice (y puede molestar) o tú mismo, cuando algo no te convence o, por el contrario, te entusiasma, pero no sabes explicar por qué.
En general, nunca sabemos muy bien cómo tomarlo, porque vivimos en el equilibrio entre el pensamiento científico, con su obsesión por la racionalidad, los datos y las mediciones, y la pura superstición, con todas sus creencias ancestrales, sus intuiciones brujeriles y sus sentimientos instintivos.
El sexto sentido: Ese gran desconocido
Los investigadores de la Universidad Northwestern de Chicago lo intentaron durante 32 años con nada menos que 26 estudios diferentes sobre el tema. El resultado fue que sí, que nuestro cuerpo tiene un radar, a medio camino entre la intuición y la premonición, que depende del inconsciente, cuyo almacén de información y conocimiento es mucho más articulado y profundo que el de la mente consciente.
Es gracias al inconsciente que somos capaces de reaccionar a los estímulos, incluso antes de ser conscientes de ellos. Si además tenemos una buena relación con nuestro cuerpo, esta capacidad de reacción se hace aún más prodigiosa, modificando las actividades de nuestro sistema cardiorrespiratorio hasta tal punto que podemos evitar una situación de riesgo hasta 10 segundos antes de que se produzca.
¿De qué depende el sexto sentido?
¿Magia? En absoluto. Predecir el futuro es, de hecho, una función esencial de nuestro sistema nervioso: si vemos nubes oscuras y olemos un determinado aroma en el aire, predecimos la lluvia. Si un perro ladra, predecimos que se acercará. Nos lo dice la experiencia, es decir, la memoria, pero también las señales perceptivas.
Gran parte de lo que sabemos, lo sabemos sin saber «cómo», y esto se debe a que inconscientemente recurrimos a asociaciones a las que nunca hemos prestado atención. «Sentimos» que algo va a ocurrir porque asociamos la situación que vivimos con algo que ya hemos vivido, aunque no lo recordemos con claridad.
La intuición: Una cuestión de genes
Otro descubrimiento científico más reciente se refiere al descubrimiento de un gen, el PIEZO2, que controla aspectos específicos de la percepción de uno mismo y de su cuerpo en el espacio.
En dos pacientes que padecían una rara enfermedad neurológica, este gen, que les privaba por completo de cualquier capacidad de intuición, les hizo depender de otros sentidos como la vista o el oído para sobrevivir. Esto mostraría cómo la intuición también puede tener una base genética, de modo que en algunos sujetos está más desarrollada y en otros menos.
¿Pero esta intuición es siempre correcta? Sí, si lo tomamos como una llamada de atención, reservándonos el beneficio de la duda; no, si lo convertimos en una guía para la vida. Pongamos nuestra mente en ello y, si no nos llega, entonces sí, pidámosle ayuda a él, a nuestro sexto sentido.