«Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge de nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos construyen el mundo«, enseñó Buda.
Esto quiere decir que lo que vemos en el mundo que nos rodea no es más que un reflejo de lo que somos. Todo lo que somos es un reflejo de lo que hemos pensado. La mente lo es todo. Nos convertimos en lo que pensamos.
Nos convertimos en lo que pensamos
La física cuántica demuestra que los pensamientos son vibraciones de una determinada frecuencia que atraen acontecimientos y episodios de la misma frecuencia. El pensamiento es una poderosa energía que se materializa, una energía que crea nuestra realidad. Por supuesto, no soy yo quien lo dice, sino la neurociencia.
Cada vez que pensamos algo, nuestro inconsciente hará todo lo posible para que lo que piensas parezca real… Imaginar cualquier cosa significa hacer que tu inconsciente lo viva y aunque no lo hayamos experimentado realmente, para esa parte del cerebro es como si lo hubiéramos vivido de verdad. Cuanto más vívida sea la imagen en nuestra mente, más poderoso será el efecto que manifieste.
Nuestra realidad es un espejo de quienes somos
Una persona deprimida obtendrá muchas cosas de la vida para empeorar su situación, simplemente porque su mente leerá estas manifestaciones en su lenguaje del momento. Un aficionado a un equipo de fútbol verá penaltis a favor de su equipo incluso donde no los hay, pero tenderá a no ver penaltis en su propia área.
«Llueve a cántaros» significa realmente que cuando se toma una dirección, todo lo confirma.
«Tanto si crees que puedes hacerlo como si no, seguirás teniendo razón«, dijo Henry Ford.
Esto es más importante que el misterio de Fátima, nuestra mente es la creadora de nuestra realidad, o al menos co-creadora, la condiciona de manera decisiva.
La famosa frase de Feuerbach: «somos lo que comemos» está vinculada a la dimensión física, al cuerpo, pero ahora se ha demostrado científicamente que los seres humanos no vivimos en una sola dimensión, sino en tres niveles antropológicos:
- La dimensión físico-biológica;
- La dimensión psíquica-mental;
- La dimensión consciente-espiritual.
La inteligencia y nuestro carácter forman parte de la dimensión psíquica, no podemos verlos, pero estamos seguros de su existencia.
Conectando la conciencia
La mente también tiene la tarea de conectar la conciencia con la materia. La conciencia nos permite conectar y percibir la realidad, reconocernos a nosotros mismos: «¿quién soy?» ¿soy sólo este cuerpo? ¿Soy este papel? ¿O soy algo más?
La conciencia tiene cuatro etapas: la conciencia, el sueño, el sueño profundo y la etapa espiritual, siendo esta última muy difícil de alcanzar y reservada a muy pocas personas.
Sólo en el sueño profundo la mente entra en reposo, se refresca, mientras que el cuerpo, ya en la fase de sueño ligero, descansa.
Además del alimento para el cuerpo, como seres humanos también necesitamos alimentar la mente, y lo hacemos inconscientemente a través de nuestras emociones.
Así que tenemos que tener mucho cuidado con las emociones que nos alimentan, porque como en la comida tradicional hay algunas que son tóxicas, otras que son venenosas, otras que son amargas, otras que no son buenas.
Mientras que el cuerpo que ingiere un veneno no letal suele ser capaz de reconocerlo y expulsarlo, la mente, por desgracia, no puede.
Las emociones cambian los patrones del cuerpo, que son: «relacionales, posturales, conductuales, motrices«, por lo que la mente tiene el poder de condicionar al cuerpo, y cuando se intoxica el cuerpo sufre las consecuencias, a través de la psicopatogénesis.
Al fin y al cabo, una de las mayores enseñanzas nos la da la famosa frase «Mens sana in corpore sano» (una mente sana en un cuerpo sano), demostrando además que, incluso sin las pruebas científicas que ha aportado la modernidad, las respuestas a las preguntas más importantes de la vida ya existen en nuestro interior.
No hay bienestar, salud, felicidad sin un filtro de nuestras emociones, tenemos la absoluta necesidad de seleccionar cuidadosamente los huéspedes de nuestra mente.
como seres humanos también necesitamos alimentar la mente, y lo hacemos inconscientemente a través de nuestras emociones.
Lo que nos enseña este viaje al interior de nuestra mente, entre nuestras dimensiones, es que sólo a través de una sana conciencia de nuestras propias necesidades e ideales, podemos aspirar a un positivo reencuentro entre nuestras distintas dimensiones en el presente, cuerpo, mente, espíritu, y entonces nada nos impide, podemos llegar a ser todo lo que queremos ser, no podemos dejarnos condicionar por el pasado o el entorno, para construirnos un futuro ideal, digno de nuestras inmensas capacidades.
Los indios americanos tienen un proverbio que dice así:
«Ten cuidado con tus pensamientos porque se convierten en palabras, ten cuidado con tus palabras porque se convierten en hábitos; ten cuidado con tus hábitos porque se convierten en carácter, ten cuidado con tu carácter porque se convierte en tu destino«.