Seguro que algunas de estas frases te suenan… «Mi hijo pasa demasiado tiempo con el móvil», «¿A qué edad puedo permitir que mi hija tenga un perfil social?», «No sé cómo controlar a mi hija en las redes sociales, ¿qué debo hacer?»
Estas son solo algunas de las frases más populares entre los padres de la nueva era.
Está claro para todos y cada uno de nosotros que el mundo actual es extremadamente diferente del mundo de hace no más de 30 años. Algunos autores hablan de la época actual como una «sociedad del narcisismo» y nos cuentan cómo hoy la realización personal está cada vez más ligada a la competencia, a la necesidad de triunfar, a la visibilidad, al rendimiento. Por ello, el miedo a no estar a la altura es cada vez mayor.
Por lo tanto, no es incoherente imaginar que los nuevos padres son igualmente víctimas de las mismas normas sociales y se preguntan cada vez más incesantemente si serán buenos padres. Si podrán asegurarse de que sus hijos crezcan sin «perderse nada».
Por ello, muchos padres están tan inmersos como sus hijos en la trama de la competencia social. Intentan celebrar sus éxitos como madres y padres y son tan sensibles a la comparación en línea como siempre. Sin embargo, parece que «Internet» y el «teléfono móvil» siguen siendo los demonios absolutos que están arruinando a la generación más joven.
Veamos cómo se entrecruzan estas complejas cuestiones: la paternidad actual, el papel de la tecnología e internet en la vida de los niños y adolescentes.
Padres Narcisistas
El miedo a fracasar en el papel más importante de la vida. Pero antes de hablar de los padres narcisistas, hagamos hincapié en lo que se quiere decir: tener un funcionamiento narcisista no significa padecer algún tipo de patología.
Como ya se ha señalado, podríamos definir nuestra época histórica como una sociedad de narcisismo, en la que tenemos miedo de ser inadecuados. Dependemos de la aprobación y el aprecio de los demás y nos cuesta tolerar cada pequeño error que cometemos.
Estos rasgos de personalidad no deben confundirse con el Trastorno Narcisista de la Personalidad, que sí es un diagnóstico psiquiátrico muy serio y complejo.
Por «padre narcisista» entendemos, por tanto, un padre o una madre que busca principalmente un hijo también como forma de realización personal. Que lo cría con la firme intención de «no darle nada», que intenta por todos los medios ser apreciado como padre y que se siente fisiológicamente responsable de lo que le ocurre al niño.
Por lo tanto, si soy un padre, tendré que intentar ser perfecto y educar a mi hijo de la mejor manera posible. Tendré que luchar cada día con mi sentimiento nuclear de incapacidad y con la culpa, principalmente relacionada con tener que dejar a mi hijo cada vez más solo.
Padres narcisistas sin límites
Una de las consecuencias más arriesgadas de ser un padre con estos rasgos de personalidad es la gran dificultad que se experimenta para decir «no».
Poner restricciones y no cumplir todos los deseos del niño parece cada vez más raro y para los nuevos padres es un verdadero reto.
En la mente de los padres, poner un límite representa un riesgo para la relación: si digo «no», mi hijo se enfadará, empezaremos a discutir y se acabará la armonía entre nosotros.
La expectativa poco realista de una relación hecha solo de armonía y comprensión hace que el «no» sea muy incómodo. La consecuencia es que los niños viven sin reglas que cumplir u oscilan entre la ausencia de reglas y momentos esporádicos en los que se imponen límites sin explicaciones claras y quizá con violencia física o verbal.
¿Cuál es el límite justo? ¿Cómo encontrar la medida correcta?
De hecho, es precisamente la búsqueda de lo «correcto» absoluto lo que crea un obstáculo a la hora de establecer normas. Lo primero importante es adaptar las normas a las características del niño o adolescente que tienes delante.
El padre debe elaborar, en función del niño, del contexto y de su propia coherencia interna, qué prohibiciones poner de forma más autoritaria y para cuáles aceptar el compromiso o la flexibilidad.
La falta de límites realistas nos lleva a preguntarnos: ¿promover o prohibir? En este sentido, uno de los grandes dilemas actuales se refiere a cómo regular o limitar el uso de la red y la tecnología. Aunque Internet es un mundo potencialmente peligroso, pensar en criar a los hijos sin el «no» y convertirse de repente en padres prohibitivos en la adolescencia puede ser un problema.
Actualmente, la barrera entre lo real y lo virtual es casi una ilusión. Las dos dimensiones están prácticamente siempre fusionadas, integradas, y no tiene mucho sentido seguir distinguiendo «online» y «offline».
A algunos padres les sigue costando avanzar en la vida y el riesgo es que se vuelvan demasiado restrictivos por falta de conocimientos y motivación para integrarse en el mundo actual. En la actualidad, coexisten en nuestra sociedad tanto padres hipertecnológicos y actualizados que se sienten capaces de guiar a sus hijos en el uso de la red, como padres que nunca se han actualizado, rechazan la tecnología y ven la red como un mundo negativo y peligroso que «destruye el potencial de los niños».
Sin embargo, no es seguro que un padre moderno y de mente abierta pueda guiar a su hijo y acompañarlo en el uso de Internet sin riesgos. La red es tan compleja que imaginar que podemos ponerle un filtro protector es una utopía; nunca debemos subestimarlos aspectos de riesgo ni sobreestimar nuestra capacidad de defensa.
Límites excesivos y efectos contraproducentes
Al mismo tiempo, negar la vida a los hijos o juzgarlos y desvalorizarlos porque la consumen puede producir consecuencias aún peores que el propio consumo. Al fin y al cabo, la adolescencia es el momento de desarrollo en el que los niños empiezan a cuestionar fisiológicamente los valores y las normas familiares.
La prohibición extrema corre el riesgo de dar lugar a un comportamiento de oposición y socavar aún más la relación entre padres e hijos.
Como en todas las conductas de riesgo que angustian a los padres, la única herramienta capaz de salvaguardar al niño y protegerlo en la delicada fase de la adolescencia es la relación con los padres. Hacer que los niños confíen en nosotros, animarles a hablar con nosotros y pedir ayuda si tienen dudas o dificultades puede minimizar las consecuencias de cualquier paso en falso.