Solo es feliz quien ha hecho las paces con su pasado y, por tanto, en primer lugar, con su padre y/o su madre. Esto nos afecta tanto a los niños como a los padres.
Quien siente resentimiento hacia sus seres queridos nunca podrá sentirse feliz. Por lo tanto, para ser feliz, nadie puede evitar perdonar y perdonarse a sí mismo.
El perdón nos libera del odio que sentimos por los demás y por nosotros mismos y también libera a los demás recuperando mucha energía. La forma más eficaz de practicar el perdón es incluirlo en los mantras durante la meditación.
Sentir resentimiento hacia un padre (o cualquier persona) que es él mismo una víctima irreprochable de su propia inconsciencia (ignorancia), es una emoción muy dolorosa, frustrante, sin sentido, agotadora e inútil porque se perpetúa sin fin.
Si uno no siente un afecto sincero por los miembros de su familia, se convierte en un corazón seco y el amor propio, que es el factor fundamental de la autoestima, se pierde pronto.
El pasado representa nuestra conciencia
Por desgracia, las creencias limitantes son las cadenas del pasado que nos impiden realizar nuestros deseos y nuestra propia vida.
De hecho, el pasado, desde el nacimiento hasta el momento presente, representa nuestra memoria, nuestras experiencias, nuestras creencias, nuestra riqueza moral y material, o nuestros logros, y nuestra conciencia. Sí, precisamente, la conciencia adquirida con el tiempo a través de la experiencia y los errores, y/o a través de la larga práctica de la atención plena.
Es obvio que nuestro pasado, aunque sea traumático, debe poder estar en sintonía con nuestras aspiraciones futuras para que nuestra vida pueda fluir con fluidez y armonía. Esto es precisamente lo que ocurre en el estado de presencia, que es esencial para la felicidad y el éxito en la vida. Sin embargo, la presencia solo puede desarrollarse mediante la práctica de la atención plena.
Ignorando la importancia del pasado en nuestras vidas, es natural no aceptarlo, porque es el recuerdo de todos nuestros errores o acontecimientos negativos vividos cuando éramos diferentes a como somos ahora. Además, el pasado suele estar lleno de resentimiento hacia las personas que nos causaron daño y frustración.
La felicidad: Sintonía entre pasado y futuro
La negación de las cosas malas que nos han sucedido en el pasado nos hace aún más frustrados e infelices. De hecho, al no aceptar la realidad del pasado, no aprendemos ninguna lección. Y seguimos sin saberlo. Por lo tanto, en ausencia de conciencia, seguiremos cayendo en los mismos errores, excesos y desgracias.
Además, el intento de desprenderse de los recuerdos traumáticos los hace aún más invasivos y presentes en cada momento del día.
Sin embargo, es un error odiar el propio pasado porque toda crisis y trastorno, por muy doloroso que sea, siempre nos aporta un crecimiento moral equivalente. Y es precisamente por esta razón que hoy nos sentimos mejor que ayer.
La palanca del bienestar feliz es solo la de aquellos que están en paz con su pasado. Desgraciadamente, debido al rechazo de los recuerdos dolorosos, el mecanismo de sintonía entre la inconsciencia y la conciencia, entre el cuerpo y la mente (sistema ascendente y descendente), entre nuestro futuro y nuestro pasado, queda excluido. Y seguimos sintiéndonos inseguros y frustrados.
La sintonía entre la conciencia adquirida hasta ahora y las aspiraciones futuras, tiene el prodigioso efecto de devolvernos al centro, al estado de presencia, y, por tanto, a la paz, el bienestar y la felicidad.
Feliz: Aquí y Ahora
Como la felicidad es el efecto de la sintonía entre el pasado y el futuro, solo se manifiesta en el aquí y ahora, en el estado de presencia.
El estado de presencia es precisamente la consecuencia de la sintonía (alineación o integración) entre el pasado y el futuro.
Y precisamente porque la presencia es tan importante para nuestra serenidad y bienestar, no es nada fácil adquirirla. Como ya se ha dicho, aprender a vivir en el presente, en el aquí y ahora, es decir, de forma consciente y centrada, requiere un periodo muy largo de entrenamiento con la práctica de la atención plena.
Sin la meditación y el autodesarrollo, es probable que sigamos sometidos a nuestras reacciones impulsivas durante el resto de nuestra vida.
Expectativas desorbitadas
Es obvio que debe haber una continuidad entre el pasado, es decir, lo que hemos llegado a ser con nuestros esfuerzos diarios, y el futuro, es decir, lo que nos gustaría llegar a ser.
¡No puedes esperar el éxito y la felicidad, que valen 10, si tu crecimiento personal apenas llega a 5! El éxito es el resultado de la suma de fracasos, porque uno crece en conciencia precisamente equivocándose y fracasando.
Desgraciadamente, en la mayoría de los casos, las expectativas de futuro son desorbitadas, verdaderas exigencias que conducen a amargas decepciones.
¡Por lo tanto, nuestra cruz no es solo y no tanto nuestro pasado con los malos recuerdos que no podemos aceptar e integrar, sino también y sobre todo el hecho de que nuestras aspiraciones para el futuro son inconscientes y desproporcionadas!
La inconsciencia nos vuelve ansiosos, impacientes, intolerantes y nos hace exigir la realización inmediata de nuestros deseos, causando un sufrimiento innecesario. Y nos hace mirar con envidia, celos y rabia contenida la buena fortuna de nuestros vecinos y de los demás en general, arruinando nuestra salud y nuestra existencia.
Por desgracia, los celos, la envidia y el antagonismo se manifiestan ya a una edad muy temprana y, en ausencia de conciencia, nos angustian toda la vida. Es una lástima que solo unos pocos iniciados lo señalen.
Por tanto, es necesario rebajar las expectativas para alinear el pasado y el futuro, lo que equivale a decir que hay que aceptar la realidad aunque no nos guste. De hecho, basta con aceptarse a uno mismo para cuadrar el círculo.
Aceptando la realidad y sobre todo a nosotros mismos, aprendemos a agradecer a la vida los pequeños progresos que hemos hecho y nos hacemos responsables de todo lo que nos ocurre. De este modo, dejamos de culpar a los demás de nuestros fracasos y cultivamos las buenas relaciones con todos. De hecho, siempre hay al menos una razón para estar agradecidos a nuestros compañeros y a las personas con las que nos relacionamos.
Enseñando a nuestros hijos
Tenemos que tomar conciencia de que sentirse feliz, y/o tener éxito, es siempre una cuestión de alineación entre lo que somos hoy y lo que queremos ser.
En resumen, dado que el éxito y/o la felicidad tienen por definición un valor de 10, que es el valor máximo, la conciencia adquirida también debe haber alcanzado un valor de 10. Por supuesto, no hay que descartar un valor de 9/10 u 8/10. Pero si aspiramos al máximo valor y todavía estamos en el 7 en términos de conciencia, no seremos plenamente felices ni estaremos satisfechos.
Esta conciencia debe guiarnos, empujarnos y motivarnos al compromiso desde una edad temprana. Sin embargo, quiero insistir en que el factor limitante de la satisfacción personal no es solo y no tanto la conciencia, sino sobre todo nuestras expectativas.
Si no tenemos éxito y somos infelices, es decir, nos sentimos de forma diferente a como nos gustaría vernos, solo significa que no hemos crecido lo suficiente y necesitamos seguir aprendiendo y profundizando.
Pero el secreto para ser feliz es aceptarse siempre y pase lo que pase. No es en absoluto fácil, pero los que lo consiguen son realmente afortunados.