Todos tenemos un pasado. Un pasado bueno y otro no tan bueno. Y aunque no se debe de olvidar el pasado para no cometer errores en el futuro, tampoco es bueno tenerlo en nuestra cabeza de forma recurrente día tras día.
La mente puede vagar por el pasado, el presente y el futuro. El corazón, en cambio, está siempre en el presente, siempre en la realidad. La felicidad solo se realiza en el presente cuando la mente está alineada con el corazón. El presente representa la integración del pasado y el futuro y el enfoque de la realidad.
Todo ocurre siempre en el momento presente. Aunque luego se convierte en pasado, ¡Todo sucede en el presente! Todas las cosas buenas y todas las cosas malas ocurren siempre en el momento presente, pero nuestra mente olvida fácilmente las buenas experiencias y recuerda sobre todo las malas.
Todos los problemas que hemos tenido son recordados por nuestra mente con una persistencia masoquista (identificación). En realidad son fracasos que la mente no puede tolerar, dolores amargos que nunca quisimos tener. Nos encantaría borrarlos con éxito y ponemos todo nuestro empeño en mejorar cada día. Efectivamente, cada día mejoramos, pero también hay nuevos fracasos y penas que se acumulan en el pasado.
Cuidado con los pensamientos negativos
Nuestra mente se siente atraída por los rechazos del pasado porque desearía que no existieran y le gustaría convertirlos en éxitos. Y por eso trabajamos tan duro.
Sin embargo, ocurre algo curioso en los pensamientos. La mente que vaga en el pasado produce demasiados pensamientos negativos que desconectan la mente del corazón. Los pensamientos negativos activan el SNA simpático, que libera hormonas en el torrente sanguíneo que hacen que el corazón lata más rápido o más lento, generando emociones negativas como el miedo, la ira, la ansiedad, la tristeza, etc.
En la práctica, los pensamientos de preocupación generan ansiedad; los pensamientos de peligro generan miedo; la ofensa genera ira y así sucesivamente. Son las hormonas las que provocan las emociones (agitación, excitación, vibración del corazón) y son específicas para cada tipo de pensamiento.
Y ahí está el sufrimiento diario, porque las emociones/sentimientos negativos generan acciones ineficaces y, por tanto, resultados infructuosos.
Por eso es necesario dejar ir los recuerdos del pasado para vivir plenamente en la realidad del presente. Los recuerdos de cosas desagradables que sucedieron hace muchos años no nos benefician, sino que contaminan la realidad actual, perpetuando innecesariamente el sufrimiento.
Agradecer al pasado
Los malos recuerdos son una carga para el estómago que hace que la mente genere pensamientos negativos. Por lo tanto, cuando interfieren con las nuevas experiencias, los recuerdos deben ser sacados a la luz y digeridos, aunque sea desagradable liberar las energías que han quedado atrapadas.
Cuando seamos capaces de dar las gracias a nuestro pasado, también seremos capaces de perdonarnos y perdonar, ¡y por fin podremos beneficiarnos plenamente de la conciencia para centrarnos y equilibrarnos! Y en ese preciso momento, encontraremos la libertad, la serenidad y la paz interior, es decir, la felicidad.